miércoles, 15 de mayo de 2013


“- Quiero decirte algo – exclamaste antes de que pudiera decidir cuál de las frases mordaces que había estado puliendo debía utilizar en primer lugar. Colocaste ambas manos al frente, las estiraste, como si yo estuviera a punto de empujar una enorme roca hacia ti. Retrocedí mientras tú permanecías quieto, defendiendo tu posición en el estruendoso campo de batalla, y empezaste a contar con los dedos las veces que decías lo que estabas diciendo, ambas manos dos veces y casi las dos otra vez. Era lo único que podías decir, las palabras perfectas, eso aseguraste.
Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento.
- Veintiséis veces – dijiste antes de que yo pudiera preguntarte.
Todo el mundo estaba congregado a nuestro alrededor, o en cualquier caso rodeándonos, arremolinados como un ruidoso y terrible oleaje.
- Veintiséis – repetiste hacia la multitud y diste un paso hacia mí.
- No – exclamé, aún no podía decidirme.
- Veintiséis – dijiste -. Una por cada día que llevamos juntos, Min. Y espero que algún día, cuando haga otra estupidez, tenga que decirlo un millón de veces porque ese sea el tiempo que haya pasado contigo, Min. Contigo.

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